FEMINISMO2a
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FEMINISMO2a
Monografía: Feminismo
Integrantes: Díaz López Ana Luz, Ebra Evita, Lamazares Facundo, Sequeira Gustavo.
Materia: Perspectiva de Género y Diversidad
Profesora: Susana Garaña Morales
Como lo define el diccionario de la RAE, FEMINISMO es:
Ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres.
Movimiento que se apoya en el feminismo.
Otra definición más completa, es la que nos ofrece una página web donde denomina al feminismo como “Un movimiento social y político que se inicia formalmente a finales del siglo XVIII -aunque sin adoptar todavía esta denominación- y que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación, y explotación de que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado bajo sus distintas fases históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que aquella requiera.”
Victoria Sau Sánchez, fue una escritora y psicóloga española, más conocida por su faceta como activista política feminista, siendo una de las figuras más relevantes del feminismo dentro del país; menos conocida es su faceta como escritora de más de 35 novelas rosas bajo el seudónimo de Vicky Lorca, y el haber escrito cuentos y otro tipo de obras.
Victoria Sau Sánchez, en su “Diccionario Ideológico feminista” determina feminismo como: «Doctrina social que concede a la mujer igual capacidad y los mismos derechos que a los hombres.»
La propia definición incurre en aquello contra lo que el feminismo lucha: considerar que la suprema mejora es elevar a la mujer a la categoría del hombre como ser modélico, y suprimir o disimular cualquier imagen de la mujer que la presente como ser activo, dueña de su propia lucha.
El Diccionario (patriarcal) Larousse dice: «Feminismo: Tendencia a mejorar la posición de la mujer en la sociedad». En un artículo feminista del que son autoras Anne y Jacqueline se lee: «El feminismo es la toma de conciencia por la mujer de la opresión que padece. Una opresión que no es solo económica, jurídica y sexual, sino sobre todo psicológica.».
No todas las feministas podrían estar de acuerdo con esta última.
Marcuse, Herbert Marcuse, fue un filósofo y sociólogo judío de nacionalidad alemana y estadounidense; una de las principales figuras de la primera generación de la Escuela de Frankfurt, dice que el movimiento feminista actúa a dos niveles: uno, el de la lucha por conseguir la igualdad completa en lo económico, en lo social y en lo cultural; otro, “más allá de la igualdad” tiene como contenido la construcción de una sociedad en la que quede superada la dicotomía hombre-mujer, una sociedad con un principio de la realidad nuevo y distinto. ("Marxismo y feminismo"). En una línea de pensamiento parecida M. Godelier reconoce que "Nos orientamos hacia relaciones sociales sin referencia en el pasado."
En España la palabra feminismo aparece en la bibliografía en 1899, con el libro de Adolfo Posada: Feminismo, como así lo hace constar Aurora Díaz-Plaja en «La mujer y los libros». Aunque ya las mujeres habían empezado a escribir sobre las mujeres (como Josefa Amar y Concepción Arenal, por ejemplo) fueron obra de varones los primeros títulos conteniendo la polémica palabra, ya que en 1901 Romera Navarro sale en defensa del sexo femenino contra el sexismo del autor de La inferioridad mental de la mujer con el siguiente libro: Ensayo de una filosofía feminista: refutación a Moebius.
Los orígenes del feminismo como movimiento colectivo de mujeres hay que situarlo en los albores de la Revolución Francesa. Entre los numerosos Cahiers de doléances (Cuadernos de quejas) que se publicaron entonces con ocasión del anuncio de convocatoria de los Estados Generales, varios se hacían eco de quejas femeninas, aunque P.M. Duhet solo garantiza dos como escritos por las propias mujeres, ansiosas de cambiar en muchos aspectos su situación. En la Biblioteca Nacional de París pueden consultarse estos folletos, que datan de 1788.
DEFINICIÓN DE FEMINISMO
Del latín femĭna (“mujer”), el feminismo es la doctrina social favorable a la mujer. Se trata de un movimiento que exige que hombres y mujeres tengan los mismos derechos: por lo tanto, concede al género femenino capacidades antes reservadas sólo a los hombres.
El feminismo cuestiona las relaciones entre la sexualidad (como género) y el poder social, económico y político. Al revisar la historia, las feministas consideran que el patriarcado ha sido negativo para la sociedad y que las mujeres han sido sometidas a la voluntad del hombre.
Es importante tener en cuenta que hay hombres que son feministas (es decir, que dan la razón y apoyan al movimiento), mientras que no todas las mujeres se consideran feministas. Algunas mujeres aceptan el rol social que ocupa el género y lo reconocen como una realidad cultural que no debería ser censurada.
Es interesante recalcar que, aunque se considera que este movimiento apareció como tal en el siglo XX como tal, muchas han sido las mujeres que a lo largo de la historia ya habían defendido los derechos del género femenino. Entre las mismas se encuentra, por ejemplo, la filósofa y poetisa veneciana Christine de Pisan que en los siglos XIV y XV llevó a cabo la creación de varias obras literarias en las que abogaba abiertamente por los citados.
Entre las mismas destacaríamos, por ejemplo, “Epístola al Dios del Amor” (1399) con la que venía a acabar con la idea de ese amor cortesano que se había impuesto como “norma moral” en la sociedad del momento. No obstante, también podríamos subrayar el valor de otros trabajos tales como “La ciudad de las damas” (1405), que aborda la figura de importantes heroínas de la Historia y que está considerado como el trabajo que ejerce como precursor del llamado feminismo contemporáneo.
El feminismo comenzó a ser visible a partir del siglo XX en las sociedades occidentales, donde obtuvo importantes logros. El derecho al sufragio o a solicitar el divorcio y las condiciones de empleo igualitarias son algunos de los avances más notables, aún cuando resta mucho camino por recorrer hasta alcanzar la igualdad de derechos.
En esos primeros compases del feminismo en el siglo XX podríamos destacar a figuras tan importantes como las estadounidenses Lucretia Mott o Elizabeth Cady Stanton. Esta última es conocida no sólo por haber luchado por conseguir el sufragio femenino en su país sino también por haber proclamado la necesidad de establecer un control de la natalidad, las leyes del divorcio o los derechos en materia de empleo.
Otras de las feministas más relevantes de la historia han sido la escritora parisina Simon de Beauvoir, la activista estadounidense Kate Millet o la también literata americana Betty Friedan, entre otras muchas más.
Algunas cuestiones generan polémica incluso dentro de los grupos feministas, como el caso del aborto. Hay mujeres consideran que el aborto forma parte de sus derechos sobre su propio cuerpo, pero muchas piensan que esta práctica supone el asesinato de un nuevo ser. Queda claro que el movimiento feminista no es uniforme ni actúa como un bloque; pero el feminismo se concreta como movimiento colectivo de lucha de las mujeres en la segunda mitad del siglo XIX. En ese momento se afirma que las relaciones entre hombres y mujeres no están inscritas en la naturaleza y que existe una posibilidad de transformación política.
Derechos en contorno al feminismo:
El pensamiento Ilustrado toma forma jurídica en las revoluciones americana y francesa de finales del siglo XVIII. La conceptualización de los derechos universales que surge de estos procesos de independencia y cambio político son la base teórica de la reivindicación política del feminismo, ya que los principios universales de igualdad entran en contradicción con la desigualdad real de poder, derechos, bienes y oportunidades entre hombres y mujeres.
El feminismo lucha para que se igualen los derechos de las mujeres a los de los hombres, y, al mismo tiempo, por el reconocimiento y cumplimiento de derechos propios de las mujeres.
Para las autoras Luz Martínez y Rosa Escapa, "todos los enfoques del feminismo tienen en común la voluntad de defensa y de promoción de las mujeres".
En efecto, hay una base común en el feminismo: cuestionar las estructuras sociales vigentes y poner en entredicho los valores y prácticas del sistema patriarcal. Pero, a partir de ahí, lo más correcto es hablar de movimientos feministas, ya que no hay un único modelo de feminismo y sí diferentes maneras de expresar esta opción.
A lo largo de la historia se han identificado tres "olas" del movimiento feminista:
La primera se corresponde al feminismo anglosajón del siglo XIX y principios del XX (muy concretado en el derecho al sufragio universal, la abolición de la esclavitud y el derecho a la educación de la mujer).
La segunda 'ola' se corresponde al Movimiento de liberación de la Mujer de comienzos de los años 60 hasta los años 90 (centrado en aspectos como la sexualidad femenina, el derecho al aborto, el derecho a la reproducción y la incorporación de derechos "invisibles" relacionados con la vida familiar).
La tercera 'ola', la actual, incorpora las diversidades femeninas, el eco feminismo, el ciberfeminismo y la transexualidad, entre otros aspectos. Lucha contra el acoso sexual y la violencia de género y se caracteriza por su dimensión más global, menos limitada a la mujer occidental.
El patriarcado es una estructura de organización social en la que el hombre es el que ejerce la autoridad acerca de los bienes económicos y productivos (el patrimonio y el reparto de los bienes), pero también en el hogar (frente a la mujer y los hijos e hijas) y a la hora de establecer las normas y comportamientos morales (en la esfera política, legal y religiosa).
El reconocimiento de un patriarcado histórico es denominador común en los movimientos feministas, y existe unanimidad en cuestionarlo y querer transformar este desequilibrio del poder para lograr una sociedad más igualitaria, justa y democrática.
Una de las cuestiones clave del feminismo es que no separa el ámbito público del privado. En este sentido, el feminismo propone un cambio social y un replanteamiento de los valores para que la democracia alcance a la vida diaria, las escuelas las familias, las organizaciones y las relaciones personales.
Tal y como señalan Luz Martínez Ten y Rosa Escapa Garrachón, el feminismo trabaja en "trasladar al ámbito público cuestiones que no suelen tratarse por considerarse del ámbito privado. Cuestiones como valorar el trabajo doméstico, el cuidado de las personas y denunciar y visibilizar relaciones de poder dentro de las familias, en especial los casos de abuso y violencia contra las mujeres".
El feminismo propone un nuevo contrato social en el que, mediante medidas de conciliación y corresponsabilidad, haya un reparto más equilibrado de las tareas familiares para que se equilibre así su presencia en órganos de decisión política, económica, empresarial o comunitaria.
ORGANIZACIONES SOCIALES DE MUJERES
Las organizaciones sociales de mujeres constituyen en Argentina un mundo dinámico, múltiple y heterogéneo que se extiende a lo largo del país en provincias y ciudades. Sin embargo, al igual que en toda América Latina, existen serias dificultades para dar cuenta numérica de este fenómeno social. Por ello, sólo destacamos algunas de las vertientes más relevantes y su proceso en los últimos veinte años.
Desde que surgieron los primeros grupos feministas en Argentina a fines del siglo XIX el movimiento ha vivido períodos de auge y de repliegue. En la década de los setenta los sectores feministas crearon grupos de autocon- ciencia, discutieron sobre la dependen- cia económica, la inseguridad y la sexualidad y se incorporaron al debate de feministas europeas y norteamericanas. Entre ellos, el Centro de Estudios Sociales de la Mujer Argentina, CESMA, creado en 1974, la Agrupación de Mujeres Alfonsina Storni, AMAS (1977), la Asociación Juana Manso (1978). Con el golpe militar muchos grupos se disolvieron.
Con motivo del Año Internacional de la Mujer (1975), se llevó a cabo en Buenos Aires un Congreso presidido por Estela Martínez de Perón, quien convocó a las organizaciones de mujeres, con excepción de las feministas. Constituyeron el Frente de Lucha por la Mujer para obtener la creación de guarderías infantiles, la igualdad de oportunidades en la educación y capacitación, la derogación del decreto-ley que prohibía la difusión y uso de anticonceptivos, el aborto legal y gratuito, la patria potestad compartida y la no discriminación de la madre soltera. Como resultante de los años de dictadura y represión (1976-1983), así como de crisis económica (1981), las argentinas, además de los ámbitos de acción más tradicionales como la política, la beneficencia, la cultura, gremios y sindicatos, se organizaron en torno a la defensa de los derechos humanos y la subsistencia.
En abril de 1977 nació el movimiento de las Madres de la Plaza de Mayo. Con catorce mujeres al momento de su creación, en pocos meses superaba el centenar, número que continuó incrementándose. La búsqueda de sus hijos constituyó la base de su acción, así como la exigencia de respuesta a los miles de casos de detenidos desaparecidos. Semana a semana marchaban las mujeres frente a la Casa Rosada haciendo visible el horror, aumentando una de sus fundadoras, Azucena Villaflor de De Viventi, las filas de los desaparecidos. Tras la interrupción temporal de las marchas, en 1979 las Madres las reanudaron e iniciaron una campaña destinada a lograr la publicación de las listas de detenidos desaparecidos. Organizaron también las "Marchas de la Resistencia", la primera de las cuales se realizó en diciembre de 1981. Ellas, y más tarde las Abuelas de Plaza de Mayo, fueron las primeras en ejercer resistencia pública a la dictadura. Crearon con sus actos un nuevo modelo de acción y un nuevo discurso que se transformó en acción organizada.
Durante el conflicto de las Islas Malvinas se movilizaron contra la guerra y el servicio militar obligatorio. La acción de las Madres y del conjunto del movimiento de Derechos Humanos fue determinante en el fin de la dictadura. En este contexto convocaron, previo a las elecciones de 1983, la Marcha contra la Ley de Pacificación Nacional, y también a la tercera Marcha de la Resistencia, a la que asistieron cerca de quince mil personas que exigían "aparición con vida de los desaparecidos y juicio y castigo a los culpables de los crímenes contra el pueblo".
Posteriormente, ya en democracia, continuaron su labor de exigir justicia por los desaparecidos y castigo a los culpables. Fueron críticas a la aprobación, en 1986, de la Ley de Extinción de Causas Penales, o "Ley de Punto Final", la cual estableció un plazo de sesenta días desde su promulgación para hacer denuncias contra personas acusadas de violaciones a los derechos humanos. Más críticas aún fueron frente a la aprobación de la Ley de Obediencia Debida, que dejaba fuera de procesamiento a civiles o militares que, bajo órdenes superiores, hubieren cometido delitos de secuestro, privación ilegal de la libertad, torturas u homicidio. A partir de entonces, la consigna de Las Madres fue: "No olvidaremos. No perdonaremos".
Ligado, a la lucha por la subsistencia, existen en Argentina organizaciones de amas de casa de larga trayectoria, como la Unión de Mujeres Argentinas (1947), La Liga de Amas de Casa (1956) y la Unión General de Amas de Casa (1966). Entre los grupos nuevos, destaca el Movimiento de Amas de Casa del País, surgido en julio de 1982, en el contexto de las "huelgas de compras" y concentraciones contra la carestía de la vida realizadas en Buenos Aires, Córdoba y Rosario. La presencia de estas mujeres se hizo más notoria en los "vecinazos", que llegaron a reunir hasta veinte mil personas en algunos partidos del Gran Buenos Aires.
Las dueñas de casa organizadas del Gran Buenos Aires elaboraron entonces un petitorio contra el alza del costo de la vida, dirigido al Ministro de Economía. Sin embargo, al igual que el movimiento vecinal, la actividad de las amas de casa es intermitente.
A contar de 1983 comenzaron a surgir sindicatos de Amas de Casa en distintas provincias del país, que exigían salario y jubilación. En 1984 se realizó en Buenos Aires el primer Encuentro Nacional del Sindicato de Amas de Casa, en el que participaron 230 delegadas de todo el país. En él se resolvió desarrollar una campaña nacional por el salario para las amas de casa, la jubilación, los derechos de concubina y la protección contra todo tipo de violencia hacia la mujer.
En el ámbito sindical, a pesar de la histórica baja presencia femenina en los niveles directivos, con el retorno democrático la participación de las mujeres cobró un nuevo impulso. Se crearon secciones femeninas en muchos sindicatos y, a fines de 1984, una organización intersindical, la Mesa de Mujeres Sindicalistas. Nació con el objeto de impulsar la participación de las mujeres en sus organizaciones, de anunciar la marginación y reclamar presencia equitativa a nivel de gremios y de la Confederación General del Trabajo, CGT. Se propuso crear conciencia sobre la discriminación de la mujer no sólo en la esfera del trabajo, sino en toda la sociedad; impulsar acciones tendientes a reflexionar sobre el doble rol de mujer y trabajadora; y promover la creación de Departamentos de la Mujer en los sindicatos. Posteriormente se constituyó el Movimiento Nacional de la Mujer Sindical para contribuir a la organización de las trabajadoras.
En este sector destaca también la iniciativa unitaria de mujeres de distintos gremios, que en 1990 constituyeron el Foro de Capacitación e Investigación, FOCAL un espacio conjunto para trabajadoras gráficas, del papel, de seguros, personal civil de la Nación y docentes, entre otras.
El movimiento feminista, tras el impacto de la dictadura militar, poco a poco fue recuperándose y se crearon nuevos grupos y ONG de mujeres. En 1979 nació la Unión de Mujeres Socialistas y en 1980 las mujeres agrupadas en el CESMA intentaron realizar las Primeras Jornadas sobre la Condición de la Mujer, lo que fue impedido por las fuerzas policiales que ocuparon el lugar de reuniones. En 1981 se recreó la Organización Feminista Argentina, OFA, al año siguiente se estableció la Fundación para el Estudio de la Interrelación Mujer-Sociedad, FEIMUS, al tiempo que la Asociación de Trabajo y Estudio sobre la Mujer, ATEM "25 de noviembre", realizaba la primera jornada de trabajo en conmemoración del 25 de noviembre, día internacional contra la violencia hacia la mujer, actividad que continúa haciéndose anualmente. En 1983 se constituyó el Tribunal de Violencias contra la Mujer por iniciativa de OFA, ATEM y LIBERA. Ese año, asimismo, nació la agrupación Lugar de Mujer.
Las mujeres políticas, agrupadas en las Ramas Femeninas de sus respectivos partidos, aunque en su mayoría no se declaran feministas, han trabajado estrechamente con éstas. En 1983 surgió la Multisectorial de Mujeres, conformada por mujeres políticas y de sindicatos, organizaciones femeninas y feministas, para celebrar por primera vez en Argentina el Día Internacional de la Mujer. Las reivindicaciones básicas sobre las que existió acuerdo entre las participantes para la constitución de la Multisectorial fueron la ratificación de la Convención de Naciones Unidas sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer, la igualdad de los hijos ante la ley, la modificación del régimen de patria potestad, el cumplimiento de la ley "igual salario por igual trabajo", la reglamentación de la ley de guarderías infantiles, la modificación de la ley de jubilación para las amas de casa y la creación de una Secretaría de Estado de la Mujer. Asistieron a esa primera celebración de 8 de marzo tres mil mujeres, entre las que se contaban las Madres de la Plaza de Mayo e integrantes del Movimiento Amas de Casa del País.
Otra instancia unitaria ha sido la realización, a contar de 1986, de los Encuentros Nacionales de Mujeres, convocados por mujeres de partidos políticos, grupos feministas, sindicatos y de derechos humanos. El primero se realizó en Buenos Aires y asistieron a él mil mujeres. Se discutió entonces desde problemas generales como la deuda externa y la situación económica y social del país, hasta temas como el aborto y la discriminación contra las mujeres en distintos ámbitos. El segundo se desarrolló en Córdoba, en 1987, donde se hizo un balance de lo realizado durante el año por la igualdad de oportunidades, y de la coordinación alcanzada. El III Encuentro fue en Mendoza, en 1988, y reunió a 1.800 mujeres que propusieron numerosos cambios. De esa reunión surgió además la Red de Investigación Feminista. A Rosario llegaron 3.000 mujeres para el IV Encuentro, el que reafirmó la vigencia de los Encuentros y su proyección a nivel regional y nacional como instancia de comunicación e intercambio de experiencia de las mujeres. En 1990, en el V Encuentro de San Luis, las mujeres se abocaron a la discusión de problemas específicos y nacionales, en torno a las áreas de educación, derechos humanos, trabajo, familia, entre otros.
También en 1990 se llevó a cabo en Argentina el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, el que fue precedido por numerosas reuniones de las feministas de Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Montevideo involucradas en su organización. Al igual que en los Encuentros anteriores, éste alimentó el debate feminista y estrechó los lazos en toda la región.
En 1991 tuvo lugar el VI Encuentro Nacional de Mujeres en Mar del Plata, que reunió a más de siete mil quinientas mujeres de todo el país para opinar sobre un amplio temario: el quinto centenario del descubrimiento de América, la relación de la mujer con el medio ambiente, la participación de la mujer en organizaciones sociales, en planes de desarrollo comunitario, etc.
Un último proceso a destacar es la constitución de redes temáticas para el trabajo en temas específicos. Entre ellas están la Red Argentina de Feministas Políticas, la Red Mujer y Hábitat, la Red Argentina contra la Violencia Doméstica y Sexual, el Foro por los Derechos Reproductivos y una Red de Investigación Feminista.
SINDICATOS PARTICIPANTES DE LA MESA DE MUJERES SINDICALISTAS, 1984:
Asociación Judicial Bonaerense.
Asociación Trabajadores del Estado.
Personal Civil Fuerzas Armadas.
Asociación Argentina de Actores.
Unión Docentes Argentinos.
Unión Personal Civil de la Nación.
Unión de Empleados de la Justicia de la Nación.
Federación de Obreros y Empleados Telefónicos de la República Argentina.
Sindicato de Vendedores Ambulantes de la República Argentina.
Asociación Personal Empleados de Ferrocarriles Argentinos.
Sindicato Gráfico Bonaerense.
Sindicato de Empleados del Tabaco de la República Argentina.
Sindicato Mecánicos y Afines del Transporte Automotor.
Unión de Maestros Primarios.
Asociación Personal de Organismos de Previsión Social.
Asociación de Empleados de Farmacia.
Federación Argentina de Trabajadores de Prensa.
Federación Judicial Argentina.
Químicos.
REDES DE MUJERES, 1993:
Red Argentina de Feministas Políticas.
Red Nacional de Salud.
Red Comunitaria de Salud - Zona Sur.
Red Mujer y Hábitat.
Red Casas de la Mujer.
Red Argentina contra la Violencia Doméstica y Sexual.
Foro por los Derechos Reproductivos.
Red de Investigación Feminista.
Feminismo en Argentina
La primera tesis sobre feminismo escrita en Argentina (y también en Sudamérica), fue defendida en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en 1901. Su autora, Elvira López, una de las primeras mujeres egresadas de esa Facultad, la defiende ante un jurado compuesto por ilustres apellidos, esmerándose en el arte de la retórica y en la habilidad de una mesurada argumentación.
Elvira López fue activa animadora del Primero Congreso Feminista de Córdoba de 1910. Participó de la elaboración de un petitorio sobre derechos para la mujer, retomado en 1911 por Alfredo Palacios como base de la Ley de Derechos Civiles.
En dicho libro, López busca objetar la “utopía ridícula” de cierto feminismo que la autora evoca de manera irónica. Ella prepara estas páginas con astucia táctica, con mesura argumentativa, para un jurado de varones que la examinará doblemente; por el tema: es la primera tesis sobre feminismo escrita en Argentina y en América del Sur; y por ser una de las primeras mujeres egresadas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. No es, como suele creerse en el recuento vulgar de las diferencias, que éstas se suman, como si fueran agravantes lineales de una condición de minoría. Más bien, es su composición la que genera una nueva superficie desde la cual pensar.
El feminismo en Argentina se manifiesta más en lo económico; la mujer que concurre a las universidades y demás establecimientos de educación, lo hace sólo buscando un título con que hacer frente a la miseria y trabaja para labrarse una posición independiente en el ancho campo de actividad que nuestras generosas leyes le ofrecen. Las palabras emancipación y reivindicaciones femeninas, igualdad de sexos ante la legislación, etc., que el feminismo europeo pronuncia a cada paso, no tienen significado para ella. López resulta ser optimista, respecto de la legislación; y también respecto de la migración europea de varones “que contribuyen a la transformación de la raza” al unirse con las argentinas. Aclara, además, que la raza negra y asiática, así como la indígena, son un porcentaje ínfimo en la nación: Esto es bueno recordarlo ya que no faltan, aun en Europa, quienes crean que indio y argentino son una misma cosa. De estas afirmaciones, López concluye que el tipo de la mujer argentina está aún en formación; pero, excluye cualquier posible contaminación de la cultura indígena, negra o asiática. La propuesta feminista es de superación intelectual y económica de las mujeres, en paralelo a un ideal de depuración racial.
Los caminos del feminismo en la Argentina: historia y derivas
Por Dora Barrancos
La autora propone un recorrido por el devenir del movimiento feminista de nuestro país. Desde sus orígenes a inicios del siglo XX hasta nuestros días, pasando por la lucha por el voto femenino, el reconocimiento político y la lucha contra la violencia doméstica, hasta el reclamo que reúne hoy a la casi totalidad de las feministas: la legalización del aborto.
Socióloga y doctora en Historia. Profesora consulta de la UBA. Investigadora principal del CONICET y directora de este organismo en representación de las Ciencias Sociales y Humanas
Inicios del feminismo y las luchas por el sufragio femenino en la Argentina (1900-1947)
El surgimiento del feminismo forma parte del paisaje de época de la Argentina “moderna” –fines del siglo XIX inicios del XX–, en una sociedad en la que a lo largo de los tiempos las mujeres actuaron, trabajaron, y no sólo cuidando a la prole y sirviendo al marido, sino que opinaron e influenciaron en la vida política, aunque no se las reconociera y estuvieran lejos del derecho a la ciudadanía. Al finalizar el siglo XIX ya estaba en plena vigencia el Código Civil que sancionaba la inferioridad jurídica de las mujeres, a semejanza de la mayoría de los códigos en boga. No puede sorprender que desde mediados de aquel siglo se extendieran las acciones femeninas para revocar esa insidiosa circunstancia. La adhesión temprana al feminismo de las mujeres socialistas y de las denominadas librepensadoras –en todo caso un grupo entre las que destacaban las “letradas”– significó la puesta en marcha de por lo menos cuatro demandas fundamentales: la remoción de la inferioridad civil, la obtención de mayor educación, el auxilio a las madres desvalidas y la cuestión del sufragio, reclamo que se había empinado especialmente en otras latitudes. Pero el sufragio encontrará interpretaciones diferenciadas entre nuestras primeras feministas. Hacia 1910, y por ocasión del Primer Congreso Femenino, es evidente que las voces más advertidas sobre los derechos cívicos harán sentir las diferencias. Dos notables feministas de la primera hora, María Abella Ramírez –una docente de origen uruguayo radicada en La Plata– y Julieta Lanteri –una inmigrante italiana que se había recibido de médica–, abogarán por el sufragio de las mujeres sin cortapisas. Alicia Moreau –que se tornaría una destacada luchadora por los derechos femeninos y una singular referente del Partido Socialista– era de las que pensaban, en los primeros años del siglo pasado, que el voto debía adquirirse por escalones. Opinaba que primero había que ejercitarlo en la esfera local para acceder en alguna ocasión –y con mayor educación– a las elecciones de orden nacional. Pero después de terminada la Gran Guerra –momento de grandes transformaciones–, las feministas más conspicuas, incluyendo a Elvira Rawson de Dellepiane –médica que había adherido de modo temprano a la causa de las mujeres–, sostuvieron que el sufragio debía ser universal, en igualdad de condiciones con los varones. Debe reflexionarse que en buena medida la base argumental reposaba en la particular dignidad de las mujeres debido a su condición de madres, de modo que los primeros cauces feministas adoptaron la forma del maternalismo como una estrategia fundamental para la acción. La perspectiva del maternalismo fue común a la mayoría de los movimientos que reivindicaban la igualdad con los varones.
Los años 1920 fueron de ascenso en las luchas para la obtención del sufragio, con un mayor número de asociaciones de mujeres apoyando la medida. Deben evocarse los nuevos núcleos compuestos por mujeres de origen social más alto y de actitudes ciertamente más moderadas; una de sus líderes más proyectadas era Carmela Horne de Burmeister. Habían ingresado varios proyectos al Congreso y en 1932 la Cámara baja aprobó el voto femenino, pero nunca fue tratado en el Senado, donde estaban las representaciones más conservadoras. El interregno hasta mediados de la década de 1940 representó una cierta declinación de las demandas feministas en aras de una dominante preocupación por los avances autoritarios europeos y sus amenazantes repercusiones locales. El mayor empeño militante estuvo destinado a socorrer a las víctimas de la guerra civil española, a desplegar medidas solidarias con los refugiados y a proveer auxilio a quienes eran perseguidos por el nazifascismo. La inquietud por la situación local no era menor entre las socialistas, radicales, católicas liberales, y entre las anarquistas que, aunque habían estado lejos de las demandas de derechos formales, siguieron abogando por la completa autonomía femenina –incluyendo el derecho a recusar la maternidad forzosa–, en un mundo asediado por la pérdida de las libertades y asolado por gobiernos totalitarios. Como síntesis de esas luchas antiautoritarias basta mencionar la organización femenina denominada Junta para La Victoria, que tuvo adherentes a lo largo y ancho del país, y la acción desplegada por la revista Vida Femenina que dirigía Juana Berrondo, de inscripción socialista.
La llegada del peronismo pareció la profecía autocumplida para estas huestes femeninas. Con su advenimiento, y el decidido empeño de la propia Eva Perón, que estaba lejos del feminismo pero que movilizó a las mujeres sobre todo a través de los sindicatos frente al inminente tratamiento en el Congreso en el invierno de 1947, pudo sancionarse la ley del sufragio. La primera experiencia de voto femenino se realizó en 1951: la concurrencia fue masiva, y tal como había calculado Eva, las mujeres consagraron el triunfo del peronismo con la enorme mayoría de sus votos. Sin duda, Eva Perón se ofrece como una figura de visos excepcionales por muy diversas razones, en especial por su singular intuición relacionada con la justicia social, con la protección de los vulnerables y debe destacarse que en buena medida la acción de la fundación que llevaba su nombre se dirigió a atender a las mujeres y los niños. La Argentina pudo mostrar una circunstancia inédita, ya que las representantes femeninas alcanzaron en torno al 30 por ciento en ambas cámaras del Congreso. Pero en 1955, como es bien conocido, el general Perón fue depuesto por un golpe del Estado, y en los raros momentos posteriores de interregno democrático –y con el peronismo proscripto– casi no hubo mujeres en los escaños parlamentarios.
Movimiento de mujeres y feminismo entre 1976 y el presente
Entre 1976 y 1983 la Argentina vivió la más feroz dictadura de su historia, con miles de desaparecidos, perseguidos y exiliados. Fue un grupo de mujeres el que enfrentó con mayor contundencia este proceso, reclamando por la aparición de sus familiares. Es ampliamente conocida la trayectoria de las Madres de Plaza de Mayo, espacio del que surgió la asociación de las Abuelas en procura de los nietos apropiados por los represores. La recuperación democrática significó, entre otras cosas, el retorno del movimiento feminista con un cambio notable de posiciones epistémicas y sobre todo de agenda, gracias a la crítica aportada por la Segunda Ola –movimiento que había profundizado las transformaciones reclamadas por el feminismo, especialmente en Estados Unidos y Europa, en los años 1960–.
La diferencia jerarquizada de los sexos fue vista por el renaciente feminismo argentino de la pos dictadura no sólo como una rémora patriarcal, sino como una expresión de las formas autoritarias que debían ser removidas por el Estado de derecho. Hubo dos tópicos centrales en la nueva agenda feminista, a saber, la violencia doméstica y el reconocimiento político. Si las organizaciones de mujeres pusieron sobre el tapete la cuestión de la violencia sufrida en el seno del hogar, fueron diferentes militantes de partidos políticos las que propusieron alterar las reglas de juego de sus fuerzas solicitando el reconocimiento pleno, el derecho a obtener cargos partidarios y lugares en la representación parlamentaria. Se habían presentado diversos proyectos en materia de “cupo” femenino en ambas cámaras, y en 1991, cuando menudeaban las incertezas, se sancionó la ley que modificó la composición de las listas partidarias determinando un piso mínimo de 30 por ciento para las mujeres, ubicadas en lugares expectables, con posibilidades de resultar electas. La Argentina se convirtió en el primer país en sancionar la cuota de participación femenina y más tarde fue seguida por un grupo de países de América latina. Han transcurrido más de dos décadas de la experiencia, y sorteando las acusaciones de la manipulación patriarcal, la imputación de que hay arreglos de conveniencia por parte de los varones regentes en los partidos políticos –como si no ocurriera lo mismo tratándose de los propios varones–, lo cierto es que el balance de la actuación en el Congreso debe celebrarse. Sin duda, el número de las feministas en los cargos electivos no ha sido generoso. Sin embargo, una excepción fue la composición de la primera Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires (1997-2000), en donde sobre un total de una veintena de diputadas, un tercio de estas se identificaba con el feminismo. Esto posibilitó que dicha Legislatura sancionara una de las leyes más progresistas en materia de derechos sexuales y reproductivos. Más allá de la mengua de legisladoras feministas, la mayor representación de mujeres ha permitido sancionar un vasto número de leyes que ampliaron la ciudadanía, comenzando por la reforma constitucional de 1994 que incluyó en su plexo la Convención contra todas las formas de Discriminación de las Mujeres –CEDAW–, circunstancia singular en América latina. Ninguna otra reforma constitucional en la región ha incluido el texto completo de esa convención, aunque tanto la de Venezuela como la de Ecuador y Bolivia se refieren expresamente a la equidad de género.
Las diversas formas en las que ha transcurrido la acendrada politización de las mujeres en la Argentina y los derechos políticos, acentuados con la ley de cupo, han permitido que un expresivo número pudiera “construir carreras”, alargar la temporalidad de empeños partidarios, ser admitidas como cuadros permanentes y no eventuales. No puede sorprender que una mujer haya llegado a la primera magistratura y que haya sido reelecta, como no puede sorprender que algunos liderazgos de la vida política más reciente hayan recaído en figuras femeninas. Aunque el goce de la ciudadanía sea muy imperfecto para la inmensa mayoría de las mujeres –ya que la discriminación apenas ha atenuado sus peores facetas–, la arena política se ha tornado sin duda más porosa.
Han actuado a lo largo de estas décadas diversas formas de feminismo aunque podríamos concluir que hay un trazo común que todavía caracteriza a una enorme proporción de nuestros colectivos a favor de los derechos de las mujeres. Mi convicción es que persiste la vertiente “relacional” sobre la “individual” –según la clásica expresión de Karen Offen–. Se entiende por “feminismo relacional” aquel que, además de procurar prerrogativas iguales para las mujeres, también alarga preocupaciones y solidaridades con otros sectores subalternos de la sociedad, mientras que el de corte “individual” focaliza exclusivamente la acción sobre las propias mujeres. Aunque no deriva de modo directo del atributo “relacional”, el “feminismo de la diferencia” –que hace eje en las singularidades culturales de los colectivos femeninos– constituye la matriz hegemónica que abunda en las manifestaciones del ancho arco feminista argentino. A pesar de que no conozco trabajos que hayan explorado en profundidad esa circunstancia en nuestro medio, conjeturo que el “feminismo identitario”, de corte individual y en mayor medida plegado al viejo cóncavo liberal, no es el que concita más adhesiones. Por cierto, la afinidad con estos últimos presupuestos coloca a la acción feminista en una perspectiva menos comprensiva de los atributos de clase y de etnia que caracterizan a fracciones sustantivas de la población femenina. De modo que la persistencia de la forma relacional ha permitido comprender más a las mujeres que sufren opresión de género, especialmente agravada por la clase y la etnia, y ha provocado alianzas sinergias en la lucha por la conquista de derechos.
Es bien conocido el enfrentamiento doloroso que se puso en evidencia en el feminismo latinoamericano desde fines de los años 1980, cuando se dividieron las aguas entre “institucionales” y “autónomas”. Pero esa contienda no fue experimentada en la Argentina, al menos bajo las formas abruptas –a menudo muy enconadas– que tuvieron lugar en otros países de la región, tal vez porque la Argentina no fue una receptora de recursos internacionales relevantes provenientes de las agencias que secundaron la obtención de derechos femeninos. Los recursos más abundantes y la mayor visibilidad y reconocimiento por parte de organismos internacionales de algunas figuras líderes –que fueron atacadas con cierta alevosía por lo que se denunció como “cooptación”–, no presentó en la Argentina el significado que tuvo en otros países. Menor dotación de recursos y menor exposición al desarraigo de las principales figuras de nuestro feminismo durante la década 1990 –y con esto me refiero a que fueron limitadas las migraciones a organismos internacionales, aunque hubo regular cooperación por parte de varias activistas–, fueron tal vez las principales razones para la morigeración del debate. Desde luego ha habido grupos que han reivindicado la entera independencia con cualquier forma de vinculación con esferas consideradas limitantes –sobre todo el poder político y los organismos internacionales–, pero no parece que sean estos los ángulos que decidieran la partición de vínculos entre nuestras adherentes. Más allá de las diferencias en el terreno político partidario, las feministas han apoyado dos leyes fundamentales: el matrimonio igualitario que permite el casamiento de personas del mismo sexo (2010) y la ley de identidad de género (2011) que posibilita tener la identidad civil de acuerdo con la identidad sexual/género subjetiva. No hay dudas de que en la germinación de los movimientos reivindicativos de la disidencia sexual hay viejos fermentos del feminismo. De todos modos, creo que este se ha derramado en múltiples formas en expresiones más populares y la novedad consiste en que hay menos feminismo de “capilla” y más expresiones de colectivos que actúan a favor de los derechos de las mujeres. No obstante, hay numerosos círculos de mujeres que sí se definen como feministas en todas las regiones del país. Con certeza, todas esas organizaciones mantienen en pie la lucha contra la violencia y contra la trata –fenómeno especialmente recrudecido en las últimas décadas–, aunque no sea uniforme la sensibilidad respecto de las mujeres en situación de prostitución. Hay un debate entre quienes piensan que es asimilable a un trabajo, y las que sostienen –creo que la enorme mayoría– que es una condición penosa no “elegida”, un recurso extremo frente a la necesidad.
Pero hay una cuestión principal en la agenda de las mujeres movilizadas por derechos: se trata de la legalización del aborto, la accesibilidad gratuita y segura a los servicios de salud para abortar, la prerrogativa de decidir sobre nuestros cuerpos. Se trata de una demanda que unifica a todo el espectro del feminismo, una asignatura pendiente en el arco de los innegables avances habidos en estos treinta años de democracia.
Un sucinto balance final permite reconocer el hondo surco trazado por el movimiento feminista en nuestro suelo, y aunque ni aquí ni en ningún lugar del planeta se trata de un fenómeno multitudinario, sus efectos se miden por las transformaciones que produce en la subjetividad de las congéneres. Lo que importa, en todo caso, es menos la adhesión expresa al feminismo que la actitud de trastocar los viejos valores patriarcales. Lo que importa es el reconocimiento de sí, la adquisición de nuevas sensibilidades y sentimientos sobre la propia existencia, el salto formidable de dejar el sometimiento y conquistar, con la autonomía, planos de mayor dignidad.
En la exposición de las mujeres el feminismo no es asumido como una perspectiva curatorial general, sino tratado como un fenómeno histórico, de enorme relevancia, pero formando parte de la muestra en tanto un proceso articulado con otros en un mapa plural.
Esta sala está, a diferencia de otras, organizada según un claro criterio cronológico, y el material documental se acompaña con un texto de extensión considerable. El estudio del feminismo en Argentina exige tanto una consideración de sus parentescos con el desarrollo de prácticas e idearios en el plano internacional, así como de sus rasgos específicos en la historia nacional. Es por esto que hemos dividido su evolución en cuatro etapas, sumando -a los consabidos tres períodos del feminismo internacional- los movimientos de mujeres simbolizados en la figura de Eva Perón. Sabemos que la perspectiva feminista no admite fácilmente su incorporación, debido a que las ideologías en torno a los roles de las mujeres durante el primer peronismo fueron contradictorias, sin embargo resulta necesario aludir a estos procesos sociales que no resultaron indiferentes al desarrollo del feminismo en Argentina.
En el espacio, las cuatro etapas conforman cuatro muros independientes. En el centro de la sala, una secuencia de publicaciones avanza al compás de esta misma organización cronológica. El protagonismo dado a las ediciones (libros, revistas, programas, panfletos, etc.) destaca lo que fue un medio fundamental en la difusión de los idearios feministas.
Afiche del Primer Congreso Femenino Internacional, Buenos Aires, Mayo de 1910.
Afiche del Segundo Congreso Feminista Internacional, Celebración del Centenario del Primer Congreso Femenino Internacional de la República Argentina, Buenos Aires, 19 al 2 de mayo de 2010.
Estos afiches, del Congreso Feminista Internacional convocado desde la Argentina en 1910 y en 2010, sirven de clave para presentar una historia del feminismo pensada desde el presente. Como hemos afirmado, en esta muestra apostamos a que la comprensión contextual del significado de ciertos fenómenos del pasado contribuya a desmitificar algunos estereotipos persistentes.
El feminismo como categoría general abarca una gran diversidad de teorías y de prácticas que resisten o enfrentan situaciones de inequidad o injusticia basadas en la diferencia sexual. Cualquier mujer de libre pensamiento que hoy declara no ser feminista, probablemente lo hubiera sido en 1900. Luego de todos los derechos conquistados durante el siglo XX, las luchas de las mujeres continúan hoy apuntando a la persistencia de la discriminación en los márgenes económicos y sociales del capitalismo globalizado. El feminismo histórico, más que una nómina de logros adquiridos, puede convertirse en una herramienta para pensar críticamente el presente.
1. Las pioneras
A fines del siglo XIX, con las transformaciones económicas y los flujos de inmigración masiva, llegaron también las ideologías feministas. Si bien sus antecedentes se hundían atrás en el tiempo, el movimiento había adquirido autonomía a través del reformismo sufragista, que propugnaba la igualdad jurídica y política de la mujer ante la ley. En la Argentina, las figuras pioneras fueron en su mayoría militantes socialistas, anarquistas o librepensadoras que reconocían la especificidad de la lucha femenina pero también su vinculación con el sistema de explotación capitalista.
Julieta Lanteri, 1920, AGN.
No admito amos ni quiero ser patrona. Todos somos iguales. No quiero propiedades ni quiero matar para conservarlas. La tierra entera es nuestra patria.
Julieta Lanteri, 1908
Si bien las pugnas por el voto femenino fueron generalmente encabezadas por mujeres con formación intelectual y nombre propio, en tanto las huelgas y reclamos por derechos laborales sostenidas por cientos de mujeres cuyos nombres se han perdido, el sentido de estas luchas era común. La asociación entre las reivindicaciones feministas y anticapitalistas continúa resonando hoy en algunas prácticas políticas contemporáneas, como las que llevaron a cabo las trabajadoras de la empresa Bruckman luego de los levantamientos populares de Diciembre de 2001.
Obreros y obreras toman una fábrica textil en Berisso, 1964.
Las trabajadoras de Bruckman. Foto: Gustavo Mujica. Archivo Página 12.
Algunos estudios sobre el feminismo en la Argentina y América Latina destacan el papel distintivo jugado por los idearios y las prácticas del anarquismo. Desde este marco, la situación de injusticia y subordinación que sufre la mujer en el terreno público es consustancial al que sufre al interior de las estructuras familiares y domésticas. “Ni Dios, ni patrón, ni marido” fue el lema anarco feminista. Ya a fines del 1800 algunas anarquistas plantearon temas como el amor libre, el divorcio y las denuncias de violencia familiar, que cobrarían relieve público décadas más tarde. La concepción del patriarcado como sistema opresivo no refiere necesariamente a una dicotomía entre varones privilegiados y mujeres infelices sino a un régimen de control social que nos afecta a todos.
2. Eva Perón
¡Qué bueno!, aunque venga del gobierno peronista.
Alicia Moreau de Justo, líder del Partido Socialista, 1947
Si bien Eva Duarte no coincidía con el perfil político de las pioneras feministas, su figura simbolizaba el logro de derechos por los que ellas habían luchado durante décadas. Las mujeres hicieron entonces su primera aparición masiva en la arena pública. No obstante, el discurso del peronismo resguardaba también el ideal secular de la mujer maternal y hogareña, sin lograr desmontar el estereotipo patriarcal que divide esencialmente el ámbito femenino de la casa del espacio público de la política. La movilización de las mujeres perdió autonomía al definirse como rama femenina del Partido, pero ganó influencia y visibilidad legitimada por el ejemplo de Evita, una mujer que para muchos encarnaba la transgresión a los roles tradicionales.
Alicia Moreau de Justo en el auditorio del Partido Socialista, Buenos Aires, 1939, AGN.
Mujeres en la inauguración de una unidad básica del PJ, Buenos Aires, c. 1950, AGN.
3. Los años 60
NO ME LIBEREN, YO ME BASTO PARA ESO
En el plano internacional se reconoce una segunda ola del feminismo en el contexto combativo de los 60. En paralelo a las guerras de liberación nacional en el Tercer Mundo, las llamadas minorías, los que no tenían voz, las mujeres, los negros, los jóvenes, emergieron como nuevos actores sociales y reclamaron su derecho a hablar por sí mismos.
LO PERSONAL ES POLITICO
Desde las tomas de universidades y fábricas, hasta la revolución sexual y el movimiento hippie, la rebelión política se alió a la búsqueda de valores alternativos y formas de vida cotidiana alejados de los mitos de felicidad del consumismo capitalista. El reclamo por la abolición de las barreras que separan la vida privada de la trascendencia pública recogía experiencias que venían signando hacía décadas las luchas de las mujeres. En la revolución cultural de los 60 el feminismo se volvió patrimonio general.
Con la ropa “unisex” el paso de la casa a la calle deja de estar mediado por esos largos tiempos de acicalamiento que la mujer debía cumplir en su rol de objeto de deseo y adorno social. También se acorta la distancia entre el cuerpo vestido y el desnudo con la minifalda, símbolo ubicuo de una sexualidad liberada de ritos y tabúes. Fuentes: revista Claudia, 1966; revista Femirama, 1969; revista Primera Plana, 1966.
Durante los años 60, el Instituto T. Di Tella, aglutinó en Buenos Aires las tendencias artísticas de vanguardia. Bajo las influencias del arte Pop, Marta Minujín, Dalila Puzzovio, Mary Tapia y otras creadoras pusieron en diálogo las artes visuales con los lenguajes de la moda y el diseño, vinculados al cuerpo y a la vida cotidiana.
Dalila Puzzovio, Salud, dinero y amor, 1967-1998, de la serie Dalila Doble Plataforma.
Marta Minujín, fotografía de la obra La pieza del amor en el atelier de la artista en Paris, 1963.
Hacia fines de la década, en un clima de violencia creciente, el arte contemporáneo argentino se volcó cada vez con mayor énfasis hacia contenidos sociales y políticos. En “Tucumán Arde” (1968) un grupo de artistas organizó una fuerte campaña de contra información para denunciar la situación paupérrima de los ingenios azucareros. La iniciativa tuvo lugar en la CGT de Rosario.
Tucumán Arde, 1968, vista parcial. Archivo Graciela Carnevale.
Revista Primera Plana, Buenos Aires, 27 de Mayo de 1969
Lo que más odian, no hay nada que hacerle, es la inteligencia. Mientras redactamos esta página, hoy, noche del 30 de mayo de 1969, la policía, las tropas, los gendarmes marchan sobre los estudiantes en Córdoba….
La etapa convulsiva y creadora de los 60´ fue reprimida a mediados de los 70´ a nivel global con el reordenamiento de las fuerzas conservadoras. En la Argentina comenzó a operar la fuerza parapolicial de la Triple A. El gobierno de Isabel Perón adscribió oficialmente al Año Internacional de la Mujer propiciado por la ONU: socialistas y feministas repudiaron el Encuentro y su visión conservadora y moralizante de la mujer. Margaret Thatcher fue electa jefa del Partido Conservador británico. Uno tras otro, los países latinoamericanos sufrieron golpes de estado, algunos seguidos de violentas dictaduras.
4. La actualidad
Los dos rasgos más importantes del feminismo actual son su institucionalización y su diversificación teórica. Algunos consideran que al entrar en las agendas oficiales, el movimiento perdió pujanza. Lo cierto es que las nuevas teorías feministas y los llamados Estudios de Género, aumentando la investigación y el rigor académico, están relativizando ciertas certezas del pasado. La situación de la mujer no es universal, y la inequidad sexual persiste en los márgenes sociales, enquistada en la pobreza, la discriminación inmigratoria, la violencia familiar, etc. Sigue habiendo desproporción entre las conquistas formales y las prácticas reales. La erradicación del miedo, y la transformación de hábitos y mentalidades son todavía metas por conquistar.
CONCLUSIÓN: El feminismo es un movimiento social de rebelión autónomo; es un conjunto de ideologías y movimientos políticos, culturales y económicos donde su objetivo es la igualdad de derechos entre varones y mujeres.
Gracias a la influencia del movimiento feminista, se consiguieron logros muy importantes como el VOTO FEMENINO, IGUALDAD ANTE LA LEY, entre otros. Además están las modalidades de feminismo: el feminismo cultural, liberal, radical, el eco feminismo, anarco feminismo, diferencia de igualdad, feminismo marxista, feminismo separatista, feminismo filosófico, feminismo islámico, feminismo lésbico y transfeminismo, todas estas cosas logran que se hable de FEMINISMOS en plural, el lugar de un solo feminismo.
Relacionando lo que es feminismo con las reglas mínimas del tratamiento para reclusas la misma detalla en principal el derecho a la mujer y equidad para con los hombres.
Tanto en las cárceles como en la vida cotidiana de la mujer se debe tener en cuenta la privacidad, la atención, política de igualdad de oportunidades; realiza una reflexión que surge de las experiencias de discriminación que sufren las mujeres.
Es imposible dejar de mencionar la labor que llevan a cabo en toda américa latina, las organizaciones NO GUBERNAMENTALES de mujeres, quienes por sí misma o en relación con universidades, centros de creatividad, u otras instituciones han aportado recursos, llenando un vacío que por años existió en el estado.
Tienen la capacidad de desenvolverse con un dinamismo y una visión innovadora difícil de sostener desde el Estado.
La experiencia internacional ha sido usada como un concepto " para aguas " tanto en los organismos internacionales como por parte de los gobiernos que promueve este tipo de políticas y los especialistas en la temática de la mujer.
El significado más común es que las mujeres y los hombres deben tener las mismas oportunidades en término de derechos formales y acceso a iguales beneficios.-
Bibliografía:
Diccionario: REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
Diccionario: Larousse
Libro: “FEMINISMO” - Adolfo Posada.
Libro: “Epístola al dios del amor, la ciudad de las demás” – Christine de pisan
Libro: “El movimiento feminista. Primeros trazos del feminismo en Argentina” – Elvira López.
Libro: “Diccionario ideológico feminista” - Victoria Sau Sánchez
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Integrantes: Díaz López Ana Luz, Ebra Evita, Lamazares Facundo, Sequeira Gustavo.
Materia: Perspectiva de Género y Diversidad
Profesora: Susana Garaña Morales
Como lo define el diccionario de la RAE, FEMINISMO es:
Ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres.
Movimiento que se apoya en el feminismo.
Otra definición más completa, es la que nos ofrece una página web donde denomina al feminismo como “Un movimiento social y político que se inicia formalmente a finales del siglo XVIII -aunque sin adoptar todavía esta denominación- y que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación, y explotación de que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado bajo sus distintas fases históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que aquella requiera.”
Victoria Sau Sánchez, fue una escritora y psicóloga española, más conocida por su faceta como activista política feminista, siendo una de las figuras más relevantes del feminismo dentro del país; menos conocida es su faceta como escritora de más de 35 novelas rosas bajo el seudónimo de Vicky Lorca, y el haber escrito cuentos y otro tipo de obras.
Victoria Sau Sánchez, en su “Diccionario Ideológico feminista” determina feminismo como: «Doctrina social que concede a la mujer igual capacidad y los mismos derechos que a los hombres.»
La propia definición incurre en aquello contra lo que el feminismo lucha: considerar que la suprema mejora es elevar a la mujer a la categoría del hombre como ser modélico, y suprimir o disimular cualquier imagen de la mujer que la presente como ser activo, dueña de su propia lucha.
El Diccionario (patriarcal) Larousse dice: «Feminismo: Tendencia a mejorar la posición de la mujer en la sociedad». En un artículo feminista del que son autoras Anne y Jacqueline se lee: «El feminismo es la toma de conciencia por la mujer de la opresión que padece. Una opresión que no es solo económica, jurídica y sexual, sino sobre todo psicológica.».
No todas las feministas podrían estar de acuerdo con esta última.
Marcuse, Herbert Marcuse, fue un filósofo y sociólogo judío de nacionalidad alemana y estadounidense; una de las principales figuras de la primera generación de la Escuela de Frankfurt, dice que el movimiento feminista actúa a dos niveles: uno, el de la lucha por conseguir la igualdad completa en lo económico, en lo social y en lo cultural; otro, “más allá de la igualdad” tiene como contenido la construcción de una sociedad en la que quede superada la dicotomía hombre-mujer, una sociedad con un principio de la realidad nuevo y distinto. ("Marxismo y feminismo"). En una línea de pensamiento parecida M. Godelier reconoce que "Nos orientamos hacia relaciones sociales sin referencia en el pasado."
En España la palabra feminismo aparece en la bibliografía en 1899, con el libro de Adolfo Posada: Feminismo, como así lo hace constar Aurora Díaz-Plaja en «La mujer y los libros». Aunque ya las mujeres habían empezado a escribir sobre las mujeres (como Josefa Amar y Concepción Arenal, por ejemplo) fueron obra de varones los primeros títulos conteniendo la polémica palabra, ya que en 1901 Romera Navarro sale en defensa del sexo femenino contra el sexismo del autor de La inferioridad mental de la mujer con el siguiente libro: Ensayo de una filosofía feminista: refutación a Moebius.
Los orígenes del feminismo como movimiento colectivo de mujeres hay que situarlo en los albores de la Revolución Francesa. Entre los numerosos Cahiers de doléances (Cuadernos de quejas) que se publicaron entonces con ocasión del anuncio de convocatoria de los Estados Generales, varios se hacían eco de quejas femeninas, aunque P.M. Duhet solo garantiza dos como escritos por las propias mujeres, ansiosas de cambiar en muchos aspectos su situación. En la Biblioteca Nacional de París pueden consultarse estos folletos, que datan de 1788.
DEFINICIÓN DE FEMINISMO
Del latín femĭna (“mujer”), el feminismo es la doctrina social favorable a la mujer. Se trata de un movimiento que exige que hombres y mujeres tengan los mismos derechos: por lo tanto, concede al género femenino capacidades antes reservadas sólo a los hombres.
El feminismo cuestiona las relaciones entre la sexualidad (como género) y el poder social, económico y político. Al revisar la historia, las feministas consideran que el patriarcado ha sido negativo para la sociedad y que las mujeres han sido sometidas a la voluntad del hombre.
Es importante tener en cuenta que hay hombres que son feministas (es decir, que dan la razón y apoyan al movimiento), mientras que no todas las mujeres se consideran feministas. Algunas mujeres aceptan el rol social que ocupa el género y lo reconocen como una realidad cultural que no debería ser censurada.
Es interesante recalcar que, aunque se considera que este movimiento apareció como tal en el siglo XX como tal, muchas han sido las mujeres que a lo largo de la historia ya habían defendido los derechos del género femenino. Entre las mismas se encuentra, por ejemplo, la filósofa y poetisa veneciana Christine de Pisan que en los siglos XIV y XV llevó a cabo la creación de varias obras literarias en las que abogaba abiertamente por los citados.
Entre las mismas destacaríamos, por ejemplo, “Epístola al Dios del Amor” (1399) con la que venía a acabar con la idea de ese amor cortesano que se había impuesto como “norma moral” en la sociedad del momento. No obstante, también podríamos subrayar el valor de otros trabajos tales como “La ciudad de las damas” (1405), que aborda la figura de importantes heroínas de la Historia y que está considerado como el trabajo que ejerce como precursor del llamado feminismo contemporáneo.
El feminismo comenzó a ser visible a partir del siglo XX en las sociedades occidentales, donde obtuvo importantes logros. El derecho al sufragio o a solicitar el divorcio y las condiciones de empleo igualitarias son algunos de los avances más notables, aún cuando resta mucho camino por recorrer hasta alcanzar la igualdad de derechos.
En esos primeros compases del feminismo en el siglo XX podríamos destacar a figuras tan importantes como las estadounidenses Lucretia Mott o Elizabeth Cady Stanton. Esta última es conocida no sólo por haber luchado por conseguir el sufragio femenino en su país sino también por haber proclamado la necesidad de establecer un control de la natalidad, las leyes del divorcio o los derechos en materia de empleo.
Otras de las feministas más relevantes de la historia han sido la escritora parisina Simon de Beauvoir, la activista estadounidense Kate Millet o la también literata americana Betty Friedan, entre otras muchas más.
Algunas cuestiones generan polémica incluso dentro de los grupos feministas, como el caso del aborto. Hay mujeres consideran que el aborto forma parte de sus derechos sobre su propio cuerpo, pero muchas piensan que esta práctica supone el asesinato de un nuevo ser. Queda claro que el movimiento feminista no es uniforme ni actúa como un bloque; pero el feminismo se concreta como movimiento colectivo de lucha de las mujeres en la segunda mitad del siglo XIX. En ese momento se afirma que las relaciones entre hombres y mujeres no están inscritas en la naturaleza y que existe una posibilidad de transformación política.
Derechos en contorno al feminismo:
El pensamiento Ilustrado toma forma jurídica en las revoluciones americana y francesa de finales del siglo XVIII. La conceptualización de los derechos universales que surge de estos procesos de independencia y cambio político son la base teórica de la reivindicación política del feminismo, ya que los principios universales de igualdad entran en contradicción con la desigualdad real de poder, derechos, bienes y oportunidades entre hombres y mujeres.
El feminismo lucha para que se igualen los derechos de las mujeres a los de los hombres, y, al mismo tiempo, por el reconocimiento y cumplimiento de derechos propios de las mujeres.
Para las autoras Luz Martínez y Rosa Escapa, "todos los enfoques del feminismo tienen en común la voluntad de defensa y de promoción de las mujeres".
En efecto, hay una base común en el feminismo: cuestionar las estructuras sociales vigentes y poner en entredicho los valores y prácticas del sistema patriarcal. Pero, a partir de ahí, lo más correcto es hablar de movimientos feministas, ya que no hay un único modelo de feminismo y sí diferentes maneras de expresar esta opción.
A lo largo de la historia se han identificado tres "olas" del movimiento feminista:
La primera se corresponde al feminismo anglosajón del siglo XIX y principios del XX (muy concretado en el derecho al sufragio universal, la abolición de la esclavitud y el derecho a la educación de la mujer).
La segunda 'ola' se corresponde al Movimiento de liberación de la Mujer de comienzos de los años 60 hasta los años 90 (centrado en aspectos como la sexualidad femenina, el derecho al aborto, el derecho a la reproducción y la incorporación de derechos "invisibles" relacionados con la vida familiar).
La tercera 'ola', la actual, incorpora las diversidades femeninas, el eco feminismo, el ciberfeminismo y la transexualidad, entre otros aspectos. Lucha contra el acoso sexual y la violencia de género y se caracteriza por su dimensión más global, menos limitada a la mujer occidental.
El patriarcado es una estructura de organización social en la que el hombre es el que ejerce la autoridad acerca de los bienes económicos y productivos (el patrimonio y el reparto de los bienes), pero también en el hogar (frente a la mujer y los hijos e hijas) y a la hora de establecer las normas y comportamientos morales (en la esfera política, legal y religiosa).
El reconocimiento de un patriarcado histórico es denominador común en los movimientos feministas, y existe unanimidad en cuestionarlo y querer transformar este desequilibrio del poder para lograr una sociedad más igualitaria, justa y democrática.
Una de las cuestiones clave del feminismo es que no separa el ámbito público del privado. En este sentido, el feminismo propone un cambio social y un replanteamiento de los valores para que la democracia alcance a la vida diaria, las escuelas las familias, las organizaciones y las relaciones personales.
Tal y como señalan Luz Martínez Ten y Rosa Escapa Garrachón, el feminismo trabaja en "trasladar al ámbito público cuestiones que no suelen tratarse por considerarse del ámbito privado. Cuestiones como valorar el trabajo doméstico, el cuidado de las personas y denunciar y visibilizar relaciones de poder dentro de las familias, en especial los casos de abuso y violencia contra las mujeres".
El feminismo propone un nuevo contrato social en el que, mediante medidas de conciliación y corresponsabilidad, haya un reparto más equilibrado de las tareas familiares para que se equilibre así su presencia en órganos de decisión política, económica, empresarial o comunitaria.
ORGANIZACIONES SOCIALES DE MUJERES
Las organizaciones sociales de mujeres constituyen en Argentina un mundo dinámico, múltiple y heterogéneo que se extiende a lo largo del país en provincias y ciudades. Sin embargo, al igual que en toda América Latina, existen serias dificultades para dar cuenta numérica de este fenómeno social. Por ello, sólo destacamos algunas de las vertientes más relevantes y su proceso en los últimos veinte años.
Desde que surgieron los primeros grupos feministas en Argentina a fines del siglo XIX el movimiento ha vivido períodos de auge y de repliegue. En la década de los setenta los sectores feministas crearon grupos de autocon- ciencia, discutieron sobre la dependen- cia económica, la inseguridad y la sexualidad y se incorporaron al debate de feministas europeas y norteamericanas. Entre ellos, el Centro de Estudios Sociales de la Mujer Argentina, CESMA, creado en 1974, la Agrupación de Mujeres Alfonsina Storni, AMAS (1977), la Asociación Juana Manso (1978). Con el golpe militar muchos grupos se disolvieron.
Con motivo del Año Internacional de la Mujer (1975), se llevó a cabo en Buenos Aires un Congreso presidido por Estela Martínez de Perón, quien convocó a las organizaciones de mujeres, con excepción de las feministas. Constituyeron el Frente de Lucha por la Mujer para obtener la creación de guarderías infantiles, la igualdad de oportunidades en la educación y capacitación, la derogación del decreto-ley que prohibía la difusión y uso de anticonceptivos, el aborto legal y gratuito, la patria potestad compartida y la no discriminación de la madre soltera. Como resultante de los años de dictadura y represión (1976-1983), así como de crisis económica (1981), las argentinas, además de los ámbitos de acción más tradicionales como la política, la beneficencia, la cultura, gremios y sindicatos, se organizaron en torno a la defensa de los derechos humanos y la subsistencia.
En abril de 1977 nació el movimiento de las Madres de la Plaza de Mayo. Con catorce mujeres al momento de su creación, en pocos meses superaba el centenar, número que continuó incrementándose. La búsqueda de sus hijos constituyó la base de su acción, así como la exigencia de respuesta a los miles de casos de detenidos desaparecidos. Semana a semana marchaban las mujeres frente a la Casa Rosada haciendo visible el horror, aumentando una de sus fundadoras, Azucena Villaflor de De Viventi, las filas de los desaparecidos. Tras la interrupción temporal de las marchas, en 1979 las Madres las reanudaron e iniciaron una campaña destinada a lograr la publicación de las listas de detenidos desaparecidos. Organizaron también las "Marchas de la Resistencia", la primera de las cuales se realizó en diciembre de 1981. Ellas, y más tarde las Abuelas de Plaza de Mayo, fueron las primeras en ejercer resistencia pública a la dictadura. Crearon con sus actos un nuevo modelo de acción y un nuevo discurso que se transformó en acción organizada.
Durante el conflicto de las Islas Malvinas se movilizaron contra la guerra y el servicio militar obligatorio. La acción de las Madres y del conjunto del movimiento de Derechos Humanos fue determinante en el fin de la dictadura. En este contexto convocaron, previo a las elecciones de 1983, la Marcha contra la Ley de Pacificación Nacional, y también a la tercera Marcha de la Resistencia, a la que asistieron cerca de quince mil personas que exigían "aparición con vida de los desaparecidos y juicio y castigo a los culpables de los crímenes contra el pueblo".
Posteriormente, ya en democracia, continuaron su labor de exigir justicia por los desaparecidos y castigo a los culpables. Fueron críticas a la aprobación, en 1986, de la Ley de Extinción de Causas Penales, o "Ley de Punto Final", la cual estableció un plazo de sesenta días desde su promulgación para hacer denuncias contra personas acusadas de violaciones a los derechos humanos. Más críticas aún fueron frente a la aprobación de la Ley de Obediencia Debida, que dejaba fuera de procesamiento a civiles o militares que, bajo órdenes superiores, hubieren cometido delitos de secuestro, privación ilegal de la libertad, torturas u homicidio. A partir de entonces, la consigna de Las Madres fue: "No olvidaremos. No perdonaremos".
Ligado, a la lucha por la subsistencia, existen en Argentina organizaciones de amas de casa de larga trayectoria, como la Unión de Mujeres Argentinas (1947), La Liga de Amas de Casa (1956) y la Unión General de Amas de Casa (1966). Entre los grupos nuevos, destaca el Movimiento de Amas de Casa del País, surgido en julio de 1982, en el contexto de las "huelgas de compras" y concentraciones contra la carestía de la vida realizadas en Buenos Aires, Córdoba y Rosario. La presencia de estas mujeres se hizo más notoria en los "vecinazos", que llegaron a reunir hasta veinte mil personas en algunos partidos del Gran Buenos Aires.
Las dueñas de casa organizadas del Gran Buenos Aires elaboraron entonces un petitorio contra el alza del costo de la vida, dirigido al Ministro de Economía. Sin embargo, al igual que el movimiento vecinal, la actividad de las amas de casa es intermitente.
A contar de 1983 comenzaron a surgir sindicatos de Amas de Casa en distintas provincias del país, que exigían salario y jubilación. En 1984 se realizó en Buenos Aires el primer Encuentro Nacional del Sindicato de Amas de Casa, en el que participaron 230 delegadas de todo el país. En él se resolvió desarrollar una campaña nacional por el salario para las amas de casa, la jubilación, los derechos de concubina y la protección contra todo tipo de violencia hacia la mujer.
En el ámbito sindical, a pesar de la histórica baja presencia femenina en los niveles directivos, con el retorno democrático la participación de las mujeres cobró un nuevo impulso. Se crearon secciones femeninas en muchos sindicatos y, a fines de 1984, una organización intersindical, la Mesa de Mujeres Sindicalistas. Nació con el objeto de impulsar la participación de las mujeres en sus organizaciones, de anunciar la marginación y reclamar presencia equitativa a nivel de gremios y de la Confederación General del Trabajo, CGT. Se propuso crear conciencia sobre la discriminación de la mujer no sólo en la esfera del trabajo, sino en toda la sociedad; impulsar acciones tendientes a reflexionar sobre el doble rol de mujer y trabajadora; y promover la creación de Departamentos de la Mujer en los sindicatos. Posteriormente se constituyó el Movimiento Nacional de la Mujer Sindical para contribuir a la organización de las trabajadoras.
En este sector destaca también la iniciativa unitaria de mujeres de distintos gremios, que en 1990 constituyeron el Foro de Capacitación e Investigación, FOCAL un espacio conjunto para trabajadoras gráficas, del papel, de seguros, personal civil de la Nación y docentes, entre otras.
El movimiento feminista, tras el impacto de la dictadura militar, poco a poco fue recuperándose y se crearon nuevos grupos y ONG de mujeres. En 1979 nació la Unión de Mujeres Socialistas y en 1980 las mujeres agrupadas en el CESMA intentaron realizar las Primeras Jornadas sobre la Condición de la Mujer, lo que fue impedido por las fuerzas policiales que ocuparon el lugar de reuniones. En 1981 se recreó la Organización Feminista Argentina, OFA, al año siguiente se estableció la Fundación para el Estudio de la Interrelación Mujer-Sociedad, FEIMUS, al tiempo que la Asociación de Trabajo y Estudio sobre la Mujer, ATEM "25 de noviembre", realizaba la primera jornada de trabajo en conmemoración del 25 de noviembre, día internacional contra la violencia hacia la mujer, actividad que continúa haciéndose anualmente. En 1983 se constituyó el Tribunal de Violencias contra la Mujer por iniciativa de OFA, ATEM y LIBERA. Ese año, asimismo, nació la agrupación Lugar de Mujer.
Las mujeres políticas, agrupadas en las Ramas Femeninas de sus respectivos partidos, aunque en su mayoría no se declaran feministas, han trabajado estrechamente con éstas. En 1983 surgió la Multisectorial de Mujeres, conformada por mujeres políticas y de sindicatos, organizaciones femeninas y feministas, para celebrar por primera vez en Argentina el Día Internacional de la Mujer. Las reivindicaciones básicas sobre las que existió acuerdo entre las participantes para la constitución de la Multisectorial fueron la ratificación de la Convención de Naciones Unidas sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer, la igualdad de los hijos ante la ley, la modificación del régimen de patria potestad, el cumplimiento de la ley "igual salario por igual trabajo", la reglamentación de la ley de guarderías infantiles, la modificación de la ley de jubilación para las amas de casa y la creación de una Secretaría de Estado de la Mujer. Asistieron a esa primera celebración de 8 de marzo tres mil mujeres, entre las que se contaban las Madres de la Plaza de Mayo e integrantes del Movimiento Amas de Casa del País.
Otra instancia unitaria ha sido la realización, a contar de 1986, de los Encuentros Nacionales de Mujeres, convocados por mujeres de partidos políticos, grupos feministas, sindicatos y de derechos humanos. El primero se realizó en Buenos Aires y asistieron a él mil mujeres. Se discutió entonces desde problemas generales como la deuda externa y la situación económica y social del país, hasta temas como el aborto y la discriminación contra las mujeres en distintos ámbitos. El segundo se desarrolló en Córdoba, en 1987, donde se hizo un balance de lo realizado durante el año por la igualdad de oportunidades, y de la coordinación alcanzada. El III Encuentro fue en Mendoza, en 1988, y reunió a 1.800 mujeres que propusieron numerosos cambios. De esa reunión surgió además la Red de Investigación Feminista. A Rosario llegaron 3.000 mujeres para el IV Encuentro, el que reafirmó la vigencia de los Encuentros y su proyección a nivel regional y nacional como instancia de comunicación e intercambio de experiencia de las mujeres. En 1990, en el V Encuentro de San Luis, las mujeres se abocaron a la discusión de problemas específicos y nacionales, en torno a las áreas de educación, derechos humanos, trabajo, familia, entre otros.
También en 1990 se llevó a cabo en Argentina el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, el que fue precedido por numerosas reuniones de las feministas de Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Montevideo involucradas en su organización. Al igual que en los Encuentros anteriores, éste alimentó el debate feminista y estrechó los lazos en toda la región.
En 1991 tuvo lugar el VI Encuentro Nacional de Mujeres en Mar del Plata, que reunió a más de siete mil quinientas mujeres de todo el país para opinar sobre un amplio temario: el quinto centenario del descubrimiento de América, la relación de la mujer con el medio ambiente, la participación de la mujer en organizaciones sociales, en planes de desarrollo comunitario, etc.
Un último proceso a destacar es la constitución de redes temáticas para el trabajo en temas específicos. Entre ellas están la Red Argentina de Feministas Políticas, la Red Mujer y Hábitat, la Red Argentina contra la Violencia Doméstica y Sexual, el Foro por los Derechos Reproductivos y una Red de Investigación Feminista.
SINDICATOS PARTICIPANTES DE LA MESA DE MUJERES SINDICALISTAS, 1984:
Asociación Judicial Bonaerense.
Asociación Trabajadores del Estado.
Personal Civil Fuerzas Armadas.
Asociación Argentina de Actores.
Unión Docentes Argentinos.
Unión Personal Civil de la Nación.
Unión de Empleados de la Justicia de la Nación.
Federación de Obreros y Empleados Telefónicos de la República Argentina.
Sindicato de Vendedores Ambulantes de la República Argentina.
Asociación Personal Empleados de Ferrocarriles Argentinos.
Sindicato Gráfico Bonaerense.
Sindicato de Empleados del Tabaco de la República Argentina.
Sindicato Mecánicos y Afines del Transporte Automotor.
Unión de Maestros Primarios.
Asociación Personal de Organismos de Previsión Social.
Asociación de Empleados de Farmacia.
Federación Argentina de Trabajadores de Prensa.
Federación Judicial Argentina.
Químicos.
REDES DE MUJERES, 1993:
Red Argentina de Feministas Políticas.
Red Nacional de Salud.
Red Comunitaria de Salud - Zona Sur.
Red Mujer y Hábitat.
Red Casas de la Mujer.
Red Argentina contra la Violencia Doméstica y Sexual.
Foro por los Derechos Reproductivos.
Red de Investigación Feminista.
Feminismo en Argentina
La primera tesis sobre feminismo escrita en Argentina (y también en Sudamérica), fue defendida en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en 1901. Su autora, Elvira López, una de las primeras mujeres egresadas de esa Facultad, la defiende ante un jurado compuesto por ilustres apellidos, esmerándose en el arte de la retórica y en la habilidad de una mesurada argumentación.
Elvira López fue activa animadora del Primero Congreso Feminista de Córdoba de 1910. Participó de la elaboración de un petitorio sobre derechos para la mujer, retomado en 1911 por Alfredo Palacios como base de la Ley de Derechos Civiles.
En dicho libro, López busca objetar la “utopía ridícula” de cierto feminismo que la autora evoca de manera irónica. Ella prepara estas páginas con astucia táctica, con mesura argumentativa, para un jurado de varones que la examinará doblemente; por el tema: es la primera tesis sobre feminismo escrita en Argentina y en América del Sur; y por ser una de las primeras mujeres egresadas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. No es, como suele creerse en el recuento vulgar de las diferencias, que éstas se suman, como si fueran agravantes lineales de una condición de minoría. Más bien, es su composición la que genera una nueva superficie desde la cual pensar.
El feminismo en Argentina se manifiesta más en lo económico; la mujer que concurre a las universidades y demás establecimientos de educación, lo hace sólo buscando un título con que hacer frente a la miseria y trabaja para labrarse una posición independiente en el ancho campo de actividad que nuestras generosas leyes le ofrecen. Las palabras emancipación y reivindicaciones femeninas, igualdad de sexos ante la legislación, etc., que el feminismo europeo pronuncia a cada paso, no tienen significado para ella. López resulta ser optimista, respecto de la legislación; y también respecto de la migración europea de varones “que contribuyen a la transformación de la raza” al unirse con las argentinas. Aclara, además, que la raza negra y asiática, así como la indígena, son un porcentaje ínfimo en la nación: Esto es bueno recordarlo ya que no faltan, aun en Europa, quienes crean que indio y argentino son una misma cosa. De estas afirmaciones, López concluye que el tipo de la mujer argentina está aún en formación; pero, excluye cualquier posible contaminación de la cultura indígena, negra o asiática. La propuesta feminista es de superación intelectual y económica de las mujeres, en paralelo a un ideal de depuración racial.
Los caminos del feminismo en la Argentina: historia y derivas
Por Dora Barrancos
La autora propone un recorrido por el devenir del movimiento feminista de nuestro país. Desde sus orígenes a inicios del siglo XX hasta nuestros días, pasando por la lucha por el voto femenino, el reconocimiento político y la lucha contra la violencia doméstica, hasta el reclamo que reúne hoy a la casi totalidad de las feministas: la legalización del aborto.
Socióloga y doctora en Historia. Profesora consulta de la UBA. Investigadora principal del CONICET y directora de este organismo en representación de las Ciencias Sociales y Humanas
Inicios del feminismo y las luchas por el sufragio femenino en la Argentina (1900-1947)
El surgimiento del feminismo forma parte del paisaje de época de la Argentina “moderna” –fines del siglo XIX inicios del XX–, en una sociedad en la que a lo largo de los tiempos las mujeres actuaron, trabajaron, y no sólo cuidando a la prole y sirviendo al marido, sino que opinaron e influenciaron en la vida política, aunque no se las reconociera y estuvieran lejos del derecho a la ciudadanía. Al finalizar el siglo XIX ya estaba en plena vigencia el Código Civil que sancionaba la inferioridad jurídica de las mujeres, a semejanza de la mayoría de los códigos en boga. No puede sorprender que desde mediados de aquel siglo se extendieran las acciones femeninas para revocar esa insidiosa circunstancia. La adhesión temprana al feminismo de las mujeres socialistas y de las denominadas librepensadoras –en todo caso un grupo entre las que destacaban las “letradas”– significó la puesta en marcha de por lo menos cuatro demandas fundamentales: la remoción de la inferioridad civil, la obtención de mayor educación, el auxilio a las madres desvalidas y la cuestión del sufragio, reclamo que se había empinado especialmente en otras latitudes. Pero el sufragio encontrará interpretaciones diferenciadas entre nuestras primeras feministas. Hacia 1910, y por ocasión del Primer Congreso Femenino, es evidente que las voces más advertidas sobre los derechos cívicos harán sentir las diferencias. Dos notables feministas de la primera hora, María Abella Ramírez –una docente de origen uruguayo radicada en La Plata– y Julieta Lanteri –una inmigrante italiana que se había recibido de médica–, abogarán por el sufragio de las mujeres sin cortapisas. Alicia Moreau –que se tornaría una destacada luchadora por los derechos femeninos y una singular referente del Partido Socialista– era de las que pensaban, en los primeros años del siglo pasado, que el voto debía adquirirse por escalones. Opinaba que primero había que ejercitarlo en la esfera local para acceder en alguna ocasión –y con mayor educación– a las elecciones de orden nacional. Pero después de terminada la Gran Guerra –momento de grandes transformaciones–, las feministas más conspicuas, incluyendo a Elvira Rawson de Dellepiane –médica que había adherido de modo temprano a la causa de las mujeres–, sostuvieron que el sufragio debía ser universal, en igualdad de condiciones con los varones. Debe reflexionarse que en buena medida la base argumental reposaba en la particular dignidad de las mujeres debido a su condición de madres, de modo que los primeros cauces feministas adoptaron la forma del maternalismo como una estrategia fundamental para la acción. La perspectiva del maternalismo fue común a la mayoría de los movimientos que reivindicaban la igualdad con los varones.
Los años 1920 fueron de ascenso en las luchas para la obtención del sufragio, con un mayor número de asociaciones de mujeres apoyando la medida. Deben evocarse los nuevos núcleos compuestos por mujeres de origen social más alto y de actitudes ciertamente más moderadas; una de sus líderes más proyectadas era Carmela Horne de Burmeister. Habían ingresado varios proyectos al Congreso y en 1932 la Cámara baja aprobó el voto femenino, pero nunca fue tratado en el Senado, donde estaban las representaciones más conservadoras. El interregno hasta mediados de la década de 1940 representó una cierta declinación de las demandas feministas en aras de una dominante preocupación por los avances autoritarios europeos y sus amenazantes repercusiones locales. El mayor empeño militante estuvo destinado a socorrer a las víctimas de la guerra civil española, a desplegar medidas solidarias con los refugiados y a proveer auxilio a quienes eran perseguidos por el nazifascismo. La inquietud por la situación local no era menor entre las socialistas, radicales, católicas liberales, y entre las anarquistas que, aunque habían estado lejos de las demandas de derechos formales, siguieron abogando por la completa autonomía femenina –incluyendo el derecho a recusar la maternidad forzosa–, en un mundo asediado por la pérdida de las libertades y asolado por gobiernos totalitarios. Como síntesis de esas luchas antiautoritarias basta mencionar la organización femenina denominada Junta para La Victoria, que tuvo adherentes a lo largo y ancho del país, y la acción desplegada por la revista Vida Femenina que dirigía Juana Berrondo, de inscripción socialista.
La llegada del peronismo pareció la profecía autocumplida para estas huestes femeninas. Con su advenimiento, y el decidido empeño de la propia Eva Perón, que estaba lejos del feminismo pero que movilizó a las mujeres sobre todo a través de los sindicatos frente al inminente tratamiento en el Congreso en el invierno de 1947, pudo sancionarse la ley del sufragio. La primera experiencia de voto femenino se realizó en 1951: la concurrencia fue masiva, y tal como había calculado Eva, las mujeres consagraron el triunfo del peronismo con la enorme mayoría de sus votos. Sin duda, Eva Perón se ofrece como una figura de visos excepcionales por muy diversas razones, en especial por su singular intuición relacionada con la justicia social, con la protección de los vulnerables y debe destacarse que en buena medida la acción de la fundación que llevaba su nombre se dirigió a atender a las mujeres y los niños. La Argentina pudo mostrar una circunstancia inédita, ya que las representantes femeninas alcanzaron en torno al 30 por ciento en ambas cámaras del Congreso. Pero en 1955, como es bien conocido, el general Perón fue depuesto por un golpe del Estado, y en los raros momentos posteriores de interregno democrático –y con el peronismo proscripto– casi no hubo mujeres en los escaños parlamentarios.
Movimiento de mujeres y feminismo entre 1976 y el presente
Entre 1976 y 1983 la Argentina vivió la más feroz dictadura de su historia, con miles de desaparecidos, perseguidos y exiliados. Fue un grupo de mujeres el que enfrentó con mayor contundencia este proceso, reclamando por la aparición de sus familiares. Es ampliamente conocida la trayectoria de las Madres de Plaza de Mayo, espacio del que surgió la asociación de las Abuelas en procura de los nietos apropiados por los represores. La recuperación democrática significó, entre otras cosas, el retorno del movimiento feminista con un cambio notable de posiciones epistémicas y sobre todo de agenda, gracias a la crítica aportada por la Segunda Ola –movimiento que había profundizado las transformaciones reclamadas por el feminismo, especialmente en Estados Unidos y Europa, en los años 1960–.
La diferencia jerarquizada de los sexos fue vista por el renaciente feminismo argentino de la pos dictadura no sólo como una rémora patriarcal, sino como una expresión de las formas autoritarias que debían ser removidas por el Estado de derecho. Hubo dos tópicos centrales en la nueva agenda feminista, a saber, la violencia doméstica y el reconocimiento político. Si las organizaciones de mujeres pusieron sobre el tapete la cuestión de la violencia sufrida en el seno del hogar, fueron diferentes militantes de partidos políticos las que propusieron alterar las reglas de juego de sus fuerzas solicitando el reconocimiento pleno, el derecho a obtener cargos partidarios y lugares en la representación parlamentaria. Se habían presentado diversos proyectos en materia de “cupo” femenino en ambas cámaras, y en 1991, cuando menudeaban las incertezas, se sancionó la ley que modificó la composición de las listas partidarias determinando un piso mínimo de 30 por ciento para las mujeres, ubicadas en lugares expectables, con posibilidades de resultar electas. La Argentina se convirtió en el primer país en sancionar la cuota de participación femenina y más tarde fue seguida por un grupo de países de América latina. Han transcurrido más de dos décadas de la experiencia, y sorteando las acusaciones de la manipulación patriarcal, la imputación de que hay arreglos de conveniencia por parte de los varones regentes en los partidos políticos –como si no ocurriera lo mismo tratándose de los propios varones–, lo cierto es que el balance de la actuación en el Congreso debe celebrarse. Sin duda, el número de las feministas en los cargos electivos no ha sido generoso. Sin embargo, una excepción fue la composición de la primera Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires (1997-2000), en donde sobre un total de una veintena de diputadas, un tercio de estas se identificaba con el feminismo. Esto posibilitó que dicha Legislatura sancionara una de las leyes más progresistas en materia de derechos sexuales y reproductivos. Más allá de la mengua de legisladoras feministas, la mayor representación de mujeres ha permitido sancionar un vasto número de leyes que ampliaron la ciudadanía, comenzando por la reforma constitucional de 1994 que incluyó en su plexo la Convención contra todas las formas de Discriminación de las Mujeres –CEDAW–, circunstancia singular en América latina. Ninguna otra reforma constitucional en la región ha incluido el texto completo de esa convención, aunque tanto la de Venezuela como la de Ecuador y Bolivia se refieren expresamente a la equidad de género.
Las diversas formas en las que ha transcurrido la acendrada politización de las mujeres en la Argentina y los derechos políticos, acentuados con la ley de cupo, han permitido que un expresivo número pudiera “construir carreras”, alargar la temporalidad de empeños partidarios, ser admitidas como cuadros permanentes y no eventuales. No puede sorprender que una mujer haya llegado a la primera magistratura y que haya sido reelecta, como no puede sorprender que algunos liderazgos de la vida política más reciente hayan recaído en figuras femeninas. Aunque el goce de la ciudadanía sea muy imperfecto para la inmensa mayoría de las mujeres –ya que la discriminación apenas ha atenuado sus peores facetas–, la arena política se ha tornado sin duda más porosa.
Han actuado a lo largo de estas décadas diversas formas de feminismo aunque podríamos concluir que hay un trazo común que todavía caracteriza a una enorme proporción de nuestros colectivos a favor de los derechos de las mujeres. Mi convicción es que persiste la vertiente “relacional” sobre la “individual” –según la clásica expresión de Karen Offen–. Se entiende por “feminismo relacional” aquel que, además de procurar prerrogativas iguales para las mujeres, también alarga preocupaciones y solidaridades con otros sectores subalternos de la sociedad, mientras que el de corte “individual” focaliza exclusivamente la acción sobre las propias mujeres. Aunque no deriva de modo directo del atributo “relacional”, el “feminismo de la diferencia” –que hace eje en las singularidades culturales de los colectivos femeninos– constituye la matriz hegemónica que abunda en las manifestaciones del ancho arco feminista argentino. A pesar de que no conozco trabajos que hayan explorado en profundidad esa circunstancia en nuestro medio, conjeturo que el “feminismo identitario”, de corte individual y en mayor medida plegado al viejo cóncavo liberal, no es el que concita más adhesiones. Por cierto, la afinidad con estos últimos presupuestos coloca a la acción feminista en una perspectiva menos comprensiva de los atributos de clase y de etnia que caracterizan a fracciones sustantivas de la población femenina. De modo que la persistencia de la forma relacional ha permitido comprender más a las mujeres que sufren opresión de género, especialmente agravada por la clase y la etnia, y ha provocado alianzas sinergias en la lucha por la conquista de derechos.
Es bien conocido el enfrentamiento doloroso que se puso en evidencia en el feminismo latinoamericano desde fines de los años 1980, cuando se dividieron las aguas entre “institucionales” y “autónomas”. Pero esa contienda no fue experimentada en la Argentina, al menos bajo las formas abruptas –a menudo muy enconadas– que tuvieron lugar en otros países de la región, tal vez porque la Argentina no fue una receptora de recursos internacionales relevantes provenientes de las agencias que secundaron la obtención de derechos femeninos. Los recursos más abundantes y la mayor visibilidad y reconocimiento por parte de organismos internacionales de algunas figuras líderes –que fueron atacadas con cierta alevosía por lo que se denunció como “cooptación”–, no presentó en la Argentina el significado que tuvo en otros países. Menor dotación de recursos y menor exposición al desarraigo de las principales figuras de nuestro feminismo durante la década 1990 –y con esto me refiero a que fueron limitadas las migraciones a organismos internacionales, aunque hubo regular cooperación por parte de varias activistas–, fueron tal vez las principales razones para la morigeración del debate. Desde luego ha habido grupos que han reivindicado la entera independencia con cualquier forma de vinculación con esferas consideradas limitantes –sobre todo el poder político y los organismos internacionales–, pero no parece que sean estos los ángulos que decidieran la partición de vínculos entre nuestras adherentes. Más allá de las diferencias en el terreno político partidario, las feministas han apoyado dos leyes fundamentales: el matrimonio igualitario que permite el casamiento de personas del mismo sexo (2010) y la ley de identidad de género (2011) que posibilita tener la identidad civil de acuerdo con la identidad sexual/género subjetiva. No hay dudas de que en la germinación de los movimientos reivindicativos de la disidencia sexual hay viejos fermentos del feminismo. De todos modos, creo que este se ha derramado en múltiples formas en expresiones más populares y la novedad consiste en que hay menos feminismo de “capilla” y más expresiones de colectivos que actúan a favor de los derechos de las mujeres. No obstante, hay numerosos círculos de mujeres que sí se definen como feministas en todas las regiones del país. Con certeza, todas esas organizaciones mantienen en pie la lucha contra la violencia y contra la trata –fenómeno especialmente recrudecido en las últimas décadas–, aunque no sea uniforme la sensibilidad respecto de las mujeres en situación de prostitución. Hay un debate entre quienes piensan que es asimilable a un trabajo, y las que sostienen –creo que la enorme mayoría– que es una condición penosa no “elegida”, un recurso extremo frente a la necesidad.
Pero hay una cuestión principal en la agenda de las mujeres movilizadas por derechos: se trata de la legalización del aborto, la accesibilidad gratuita y segura a los servicios de salud para abortar, la prerrogativa de decidir sobre nuestros cuerpos. Se trata de una demanda que unifica a todo el espectro del feminismo, una asignatura pendiente en el arco de los innegables avances habidos en estos treinta años de democracia.
Un sucinto balance final permite reconocer el hondo surco trazado por el movimiento feminista en nuestro suelo, y aunque ni aquí ni en ningún lugar del planeta se trata de un fenómeno multitudinario, sus efectos se miden por las transformaciones que produce en la subjetividad de las congéneres. Lo que importa, en todo caso, es menos la adhesión expresa al feminismo que la actitud de trastocar los viejos valores patriarcales. Lo que importa es el reconocimiento de sí, la adquisición de nuevas sensibilidades y sentimientos sobre la propia existencia, el salto formidable de dejar el sometimiento y conquistar, con la autonomía, planos de mayor dignidad.
En la exposición de las mujeres el feminismo no es asumido como una perspectiva curatorial general, sino tratado como un fenómeno histórico, de enorme relevancia, pero formando parte de la muestra en tanto un proceso articulado con otros en un mapa plural.
Esta sala está, a diferencia de otras, organizada según un claro criterio cronológico, y el material documental se acompaña con un texto de extensión considerable. El estudio del feminismo en Argentina exige tanto una consideración de sus parentescos con el desarrollo de prácticas e idearios en el plano internacional, así como de sus rasgos específicos en la historia nacional. Es por esto que hemos dividido su evolución en cuatro etapas, sumando -a los consabidos tres períodos del feminismo internacional- los movimientos de mujeres simbolizados en la figura de Eva Perón. Sabemos que la perspectiva feminista no admite fácilmente su incorporación, debido a que las ideologías en torno a los roles de las mujeres durante el primer peronismo fueron contradictorias, sin embargo resulta necesario aludir a estos procesos sociales que no resultaron indiferentes al desarrollo del feminismo en Argentina.
En el espacio, las cuatro etapas conforman cuatro muros independientes. En el centro de la sala, una secuencia de publicaciones avanza al compás de esta misma organización cronológica. El protagonismo dado a las ediciones (libros, revistas, programas, panfletos, etc.) destaca lo que fue un medio fundamental en la difusión de los idearios feministas.
Afiche del Primer Congreso Femenino Internacional, Buenos Aires, Mayo de 1910.
Afiche del Segundo Congreso Feminista Internacional, Celebración del Centenario del Primer Congreso Femenino Internacional de la República Argentina, Buenos Aires, 19 al 2 de mayo de 2010.
Estos afiches, del Congreso Feminista Internacional convocado desde la Argentina en 1910 y en 2010, sirven de clave para presentar una historia del feminismo pensada desde el presente. Como hemos afirmado, en esta muestra apostamos a que la comprensión contextual del significado de ciertos fenómenos del pasado contribuya a desmitificar algunos estereotipos persistentes.
El feminismo como categoría general abarca una gran diversidad de teorías y de prácticas que resisten o enfrentan situaciones de inequidad o injusticia basadas en la diferencia sexual. Cualquier mujer de libre pensamiento que hoy declara no ser feminista, probablemente lo hubiera sido en 1900. Luego de todos los derechos conquistados durante el siglo XX, las luchas de las mujeres continúan hoy apuntando a la persistencia de la discriminación en los márgenes económicos y sociales del capitalismo globalizado. El feminismo histórico, más que una nómina de logros adquiridos, puede convertirse en una herramienta para pensar críticamente el presente.
1. Las pioneras
A fines del siglo XIX, con las transformaciones económicas y los flujos de inmigración masiva, llegaron también las ideologías feministas. Si bien sus antecedentes se hundían atrás en el tiempo, el movimiento había adquirido autonomía a través del reformismo sufragista, que propugnaba la igualdad jurídica y política de la mujer ante la ley. En la Argentina, las figuras pioneras fueron en su mayoría militantes socialistas, anarquistas o librepensadoras que reconocían la especificidad de la lucha femenina pero también su vinculación con el sistema de explotación capitalista.
Julieta Lanteri, 1920, AGN.
No admito amos ni quiero ser patrona. Todos somos iguales. No quiero propiedades ni quiero matar para conservarlas. La tierra entera es nuestra patria.
Julieta Lanteri, 1908
Si bien las pugnas por el voto femenino fueron generalmente encabezadas por mujeres con formación intelectual y nombre propio, en tanto las huelgas y reclamos por derechos laborales sostenidas por cientos de mujeres cuyos nombres se han perdido, el sentido de estas luchas era común. La asociación entre las reivindicaciones feministas y anticapitalistas continúa resonando hoy en algunas prácticas políticas contemporáneas, como las que llevaron a cabo las trabajadoras de la empresa Bruckman luego de los levantamientos populares de Diciembre de 2001.
Obreros y obreras toman una fábrica textil en Berisso, 1964.
Las trabajadoras de Bruckman. Foto: Gustavo Mujica. Archivo Página 12.
Algunos estudios sobre el feminismo en la Argentina y América Latina destacan el papel distintivo jugado por los idearios y las prácticas del anarquismo. Desde este marco, la situación de injusticia y subordinación que sufre la mujer en el terreno público es consustancial al que sufre al interior de las estructuras familiares y domésticas. “Ni Dios, ni patrón, ni marido” fue el lema anarco feminista. Ya a fines del 1800 algunas anarquistas plantearon temas como el amor libre, el divorcio y las denuncias de violencia familiar, que cobrarían relieve público décadas más tarde. La concepción del patriarcado como sistema opresivo no refiere necesariamente a una dicotomía entre varones privilegiados y mujeres infelices sino a un régimen de control social que nos afecta a todos.
2. Eva Perón
¡Qué bueno!, aunque venga del gobierno peronista.
Alicia Moreau de Justo, líder del Partido Socialista, 1947
Si bien Eva Duarte no coincidía con el perfil político de las pioneras feministas, su figura simbolizaba el logro de derechos por los que ellas habían luchado durante décadas. Las mujeres hicieron entonces su primera aparición masiva en la arena pública. No obstante, el discurso del peronismo resguardaba también el ideal secular de la mujer maternal y hogareña, sin lograr desmontar el estereotipo patriarcal que divide esencialmente el ámbito femenino de la casa del espacio público de la política. La movilización de las mujeres perdió autonomía al definirse como rama femenina del Partido, pero ganó influencia y visibilidad legitimada por el ejemplo de Evita, una mujer que para muchos encarnaba la transgresión a los roles tradicionales.
Alicia Moreau de Justo en el auditorio del Partido Socialista, Buenos Aires, 1939, AGN.
Mujeres en la inauguración de una unidad básica del PJ, Buenos Aires, c. 1950, AGN.
3. Los años 60
NO ME LIBEREN, YO ME BASTO PARA ESO
En el plano internacional se reconoce una segunda ola del feminismo en el contexto combativo de los 60. En paralelo a las guerras de liberación nacional en el Tercer Mundo, las llamadas minorías, los que no tenían voz, las mujeres, los negros, los jóvenes, emergieron como nuevos actores sociales y reclamaron su derecho a hablar por sí mismos.
LO PERSONAL ES POLITICO
Desde las tomas de universidades y fábricas, hasta la revolución sexual y el movimiento hippie, la rebelión política se alió a la búsqueda de valores alternativos y formas de vida cotidiana alejados de los mitos de felicidad del consumismo capitalista. El reclamo por la abolición de las barreras que separan la vida privada de la trascendencia pública recogía experiencias que venían signando hacía décadas las luchas de las mujeres. En la revolución cultural de los 60 el feminismo se volvió patrimonio general.
Con la ropa “unisex” el paso de la casa a la calle deja de estar mediado por esos largos tiempos de acicalamiento que la mujer debía cumplir en su rol de objeto de deseo y adorno social. También se acorta la distancia entre el cuerpo vestido y el desnudo con la minifalda, símbolo ubicuo de una sexualidad liberada de ritos y tabúes. Fuentes: revista Claudia, 1966; revista Femirama, 1969; revista Primera Plana, 1966.
Durante los años 60, el Instituto T. Di Tella, aglutinó en Buenos Aires las tendencias artísticas de vanguardia. Bajo las influencias del arte Pop, Marta Minujín, Dalila Puzzovio, Mary Tapia y otras creadoras pusieron en diálogo las artes visuales con los lenguajes de la moda y el diseño, vinculados al cuerpo y a la vida cotidiana.
Dalila Puzzovio, Salud, dinero y amor, 1967-1998, de la serie Dalila Doble Plataforma.
Marta Minujín, fotografía de la obra La pieza del amor en el atelier de la artista en Paris, 1963.
Hacia fines de la década, en un clima de violencia creciente, el arte contemporáneo argentino se volcó cada vez con mayor énfasis hacia contenidos sociales y políticos. En “Tucumán Arde” (1968) un grupo de artistas organizó una fuerte campaña de contra información para denunciar la situación paupérrima de los ingenios azucareros. La iniciativa tuvo lugar en la CGT de Rosario.
Tucumán Arde, 1968, vista parcial. Archivo Graciela Carnevale.
Revista Primera Plana, Buenos Aires, 27 de Mayo de 1969
Lo que más odian, no hay nada que hacerle, es la inteligencia. Mientras redactamos esta página, hoy, noche del 30 de mayo de 1969, la policía, las tropas, los gendarmes marchan sobre los estudiantes en Córdoba….
La etapa convulsiva y creadora de los 60´ fue reprimida a mediados de los 70´ a nivel global con el reordenamiento de las fuerzas conservadoras. En la Argentina comenzó a operar la fuerza parapolicial de la Triple A. El gobierno de Isabel Perón adscribió oficialmente al Año Internacional de la Mujer propiciado por la ONU: socialistas y feministas repudiaron el Encuentro y su visión conservadora y moralizante de la mujer. Margaret Thatcher fue electa jefa del Partido Conservador británico. Uno tras otro, los países latinoamericanos sufrieron golpes de estado, algunos seguidos de violentas dictaduras.
4. La actualidad
Los dos rasgos más importantes del feminismo actual son su institucionalización y su diversificación teórica. Algunos consideran que al entrar en las agendas oficiales, el movimiento perdió pujanza. Lo cierto es que las nuevas teorías feministas y los llamados Estudios de Género, aumentando la investigación y el rigor académico, están relativizando ciertas certezas del pasado. La situación de la mujer no es universal, y la inequidad sexual persiste en los márgenes sociales, enquistada en la pobreza, la discriminación inmigratoria, la violencia familiar, etc. Sigue habiendo desproporción entre las conquistas formales y las prácticas reales. La erradicación del miedo, y la transformación de hábitos y mentalidades son todavía metas por conquistar.
CONCLUSIÓN: El feminismo es un movimiento social de rebelión autónomo; es un conjunto de ideologías y movimientos políticos, culturales y económicos donde su objetivo es la igualdad de derechos entre varones y mujeres.
Gracias a la influencia del movimiento feminista, se consiguieron logros muy importantes como el VOTO FEMENINO, IGUALDAD ANTE LA LEY, entre otros. Además están las modalidades de feminismo: el feminismo cultural, liberal, radical, el eco feminismo, anarco feminismo, diferencia de igualdad, feminismo marxista, feminismo separatista, feminismo filosófico, feminismo islámico, feminismo lésbico y transfeminismo, todas estas cosas logran que se hable de FEMINISMOS en plural, el lugar de un solo feminismo.
Relacionando lo que es feminismo con las reglas mínimas del tratamiento para reclusas la misma detalla en principal el derecho a la mujer y equidad para con los hombres.
Tanto en las cárceles como en la vida cotidiana de la mujer se debe tener en cuenta la privacidad, la atención, política de igualdad de oportunidades; realiza una reflexión que surge de las experiencias de discriminación que sufren las mujeres.
Es imposible dejar de mencionar la labor que llevan a cabo en toda américa latina, las organizaciones NO GUBERNAMENTALES de mujeres, quienes por sí misma o en relación con universidades, centros de creatividad, u otras instituciones han aportado recursos, llenando un vacío que por años existió en el estado.
Tienen la capacidad de desenvolverse con un dinamismo y una visión innovadora difícil de sostener desde el Estado.
La experiencia internacional ha sido usada como un concepto " para aguas " tanto en los organismos internacionales como por parte de los gobiernos que promueve este tipo de políticas y los especialistas en la temática de la mujer.
El significado más común es que las mujeres y los hombres deben tener las mismas oportunidades en término de derechos formales y acceso a iguales beneficios.-
Bibliografía:
Diccionario: REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
Diccionario: Larousse
Libro: “FEMINISMO” - Adolfo Posada.
Libro: “Epístola al dios del amor, la ciudad de las demás” – Christine de pisan
Libro: “El movimiento feminista. Primeros trazos del feminismo en Argentina” – Elvira López.
Libro: “Diccionario ideológico feminista” - Victoria Sau Sánchez
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AnnyRock- Mensajes : 2
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